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AUGE ¿EN QUÉ MOMENTO ME SUBÍ A ESTA MONTAÑA RUSA?

Era duro cuando me decían: -¿Profe por qué tenemos que emprender en otra universidad?  -Es un tema complicado, quizás en el futuro- les decía yo.”

Recién arrancábamos el 2011, cuando leí en el periódico una noticia que me generó una extraña sensación de vacío en el estómago, era como si él supiera lo que yo aún no sabía.

Cuando se promulgó la primera política nacional de emprendimiento, supe que ya no podíamos esperar más. La UCR debía crear su propia incubadora de empresas. Por años mandé a mis estudiantes de Tecnología de Alimentos a competir para ingresar en la incubadora del TEC y varias lo lograron, como fue el caso de Laita, la aventura de una emprendedora que hoy tiene contratada a gran parte de su familia.

Era duro cuando me decían: -¿Profe por qué tenemos que emprender en otra universidad?  -Es un tema complicado, quizás en el futuro- les decía yo. Pero fue más duro aún, ver que el documento de la política nacional no incluía a la UCR ni en el índice de abreviaturas, sólo se mencionaba en relación con PROINNOVA, unidad de la que en aquel momento yo era director.

En PROINNOVA tratábamos de apoyar el emprendimiento, pero resultaba complicado hacerlo como una actividad complementaria, ya que la función principal de esa instancia era y sigue siendo, impulsar la innovación por medio de la propiedad intelectual protegida de la UCR, transfiriéndola a sector productivo mediante contratos de licencia. No nos quedaba mucho tiempo o recursos para impulsar el emprendimiento.

Cuando me di cuenta estaba en la oficina de mi jefe, Don Henning Jensen, en ese momento Vicerrector de Investigación, diciéndole que no podíamos esperar más, que debíamos crear nuestra propia incubadora de empresas. Él estuvo de acuerdo y de esa forma el futuro llegó. Acordamos entonces estudiar el tema y hacer una propuesta para crear la incubadora de la UCR, con la esperanza de que no nos afectara tanto llegar prácticamente de últimos a ese baile.

Mi principal preocupación en ese momento era entonces encontrar un modelo que tuviera la posibilidad de tener éxito, en una actividad que yo ya sabía es muy ingrata. ¿Por qué ingrata? Porque por más que trabaje la incubadora, todos esperan un éxito instantáneo y múltiple y cuando éste no llega le echan la culpa a la gestión de la incubadora y no a las carencias del ecosistema. Y por si fuera poco necesitaba encontrar a un emprendedor que estuviera dispuesto a hacerse cargo de la nueva incubadora… No imaginé la sorpresa que me esperaba a la vuelta de un año. 

Continuará…

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